Hawking, “Dios no existe” y el Diseño chapucero.

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LEANDRO SEQUEIROS
Autor de El diseño chapucero.
Darwin, la biología y Dios

(Ed. Khaf, 2010)

En los primeros días de septiembre, los medios de comunicación de todo el mundo han difundido la noticia de que el prestigioso físico Stephen Hawking está a punto de publicar un nuevo libro: The Grand Design. Posiblemente, muy pronto veamos su traducción castellana.
Según estos medios, Hawking da un paso de tuerca más a sus argumentos ya insinuados en otros libros: el estudio científico del universo, y sobre todo, las modernas teorías sobre el origen y el final del universo, no necesitan acudir a un Dios creador. El universo se explica por sí mismo. Por tanto, Dios creador del universo, no sólo no es necesario sino que no existe.

En The Grand Design, Hawking argumenta que la existencia de la ley de gravedad explica que el Universo puede y podría crearse por sí mismo. Esta creación espontánea es la razón por la que resulta redundante el papel de un creador. "No es necesario invocar a Dios para encender la mecha y poner en marcha el Universo", agrega Hawking en su libro.
Según el diario The Times, esta posición representa una evolución con respecto a lo que el científico británico, de 68 años, había escrito anteriormente sobre el tema. En su libro Historia del tiempo (1988), Hawking sugiere que no existe incompatibilidad entre la noción de Dios, en tanto creador, y una comprensión científica del Universo. Sin embargo, en su nuevo libro, explica que el Big Bang nació de la nada y sin necesidad de un creador.

La teoría del Bing Bang (gran explosión) es un modelo científico que trata de explicar el origen del Universo. Según esta teoría, la materia es un punto de densidad infinita que, en un momento dado, explota generando la expansión de la materia en todas las direcciones. Después de esta explosión, cada partícula de materia comenzó a alejarse muy rápidamente una de otra expandiendo su superficie. Esto permitió, después de miles de años, la formación de las estrellas, galaxias, planetas y demás elementos que conforman lo que hoy llamamos Universo.

Muchos científicos de varias áreas fueron construyendo la génesis de la explicación del Big Bang, a través de descubrimientos previos. Los trabajos de Alexander Friedman, en el año 1922, y de Georges Lemaître, en 1927, demostraron a través de la teoría de la relatividad que el Universo estaba en movimiento constante. Poco después, en 1929, el astrónomo estadounidense Edwin Hubble descubrió galaxias más allá de la Vía Láctea que se alejaban de nosotros. Con esto, comprobó que el Universo se expande constantemente.
En 1948, el físico ruso nacionalizado estadounidense George Gamow planteó que el Universo se creó a partir de una gran explosión (Big Bang). Más tarde, otros científicos han descubierto diversos factores para argumentan esta teoría, que era rechazada por la iglesia.

Varios años después, Hawking da un nuevo elemento a la teoría del Big Bang, resaltando que la explosión se dio de forma inevitable por los fenómenos de la física, descartando la idea de Dios en la creación del Universo.

El Diseño inteligente del mundo
El libro de Hawking ataca la línea de flotación de una de las teorías más difundidas en estos últimos años: la del Diseño inteligente. Para el prestigioso físico Stephen Hawking, los argumentos de los partidarios del llamado Diseño inteligente carecen de valor.

El argumento teológico del diseño perfecto del universo para probar la existencia de Dios está ya presente desde la antigüedad: “Los cielos pregonan la gloria de Dios” cantaba uno de los salmos atribuidos a David. Tal vez fue Santo Tomás quien le dio la forma más elaborada. De formas más o menos diversas estos argumentos han sido repetidos por teólogos, misioneros, catequistas y apologetas cristianos a lo largo de los siglos.

Dentro del mundo anglosajón, Teología Natural [Natural Theology] de William Paley (publicado por vez primera en 1802 y reeditado muchas veces), fue el libro de referencia en la época victoriana. La belleza de la obra de la Creación, la magnificencia de sus procesos, el perfecto ajuste matemático de las órbitas de los planetas eran argumentos “modernos” para demostrar la necesidad científica de un “diseñador” divino.

El Diseño inteligente vuelve al escenario hace 25 años en los ambientes adventistas americanos de la mano de Philip Johnson, Michael Behe, William Dembski y otros. Para ellos, la ciencia “demuestra” que existe en la naturaleza un diseño inteligente y que éste postula que es necesario que exista un diseñador. Volvemos al viejo argumento de “a Dios por la ciencia”. Pese a algunas vacilaciones iniciales, la Iglesia Católica se ha desmarcado de la corriente religiosa del Diseño inteligente.
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El Diseño inteligente y la complejidad irreductible

Este es el punto de partida del ensayo recientemente publicado en Ediciones Khaf por el paleontólogo y filósofo de la biología Leandro Sequeiros . En este ensayo se pretende orientar al lector sobre las salidas al conflicto entre ciencia y religión que parte de las críticas al llamado Diseño inteligente.
El movimiento del Diseño inteligente surgió en EEUU hacia 1980 y los principales proponentes fueron Phillip E. Johnson, Michael J. Behe, William A. Dembski y Stephen C. Meyer. El fundador, el profesor de Derecho Phillip E. Johnson entiende que los creacionistas bíblicos textuales del Institute for Creation Research y similares han perjudicado la causa porque la impresión que dan es que son unos dogmáticos fanáticos irracionales. Afirma que hay que dejar de hablar de la Biblia, el Génesis, Adán y Eva, Noé y de que Dios creó todo en seis días porque hace fácil cerrarle las puertas de las clases de ciencias a la teoría de la creación divina con argumentos de que es un punto de vista religioso específico.

De este modo, Johnson reelabora una nueva versión conservadora del creacionismo a la que denomina como el Diseño inteligente. Su hipótesis es que el conocimiento científico del mundo nos lleva directamente a postular la existencia de un Diseñador máximo de la realidad natural. Todo es tan bello, tan perfectamente ajustado, tan complejamente perfecto que no puede haber aparecido al azar. Es necesario creer científicamente en un Diseñador máximo, sea Dios, una inteligencia extraterrestre o un gran ordenador externo.

Las tesis de Johnson, muy coherentes con la teología adventista, fueron bien acogidas en determinados círculos. Pero Johnson no era un científico natural sino un profesor de Derecho. Necesitaba una fundamentación científica de sus teorías. Y las encontró en un grupo de científicos y filósofos que asumieron esta tarea.

El único de los seguidores de Johnson que desarrolla una línea de investigación algo relacionada con la evolución es Michael J. Behe, profesor de bioquímica en la Universidad de Lehigh. Behe es mucho más conocido por sus sensacionales propuestas que por la relevancia de sus descubrimientos. Él fue quien desarrollo el concepto de "Complejidad irreductible” (irreducible complexity). El postulado de Behe sobre la complejidad irreductible de estructuras celulares claves ha tenido una fuerte oposición en la comunidad científica. En su obra más conocida, Darwin´s Black Box (editada por Free Press en 1996) y traducida en 2000 como La caja negra de Darwin: el reto de la bioquímica a la evolución (Editorial Andrés Bello) desarrolla sus argumentos.

Para Behe, la complejidad de los sistemas biológicos es tal que no se pueden explicar acudiendo al estudio de sus partes. La complejidad no se construye por mera adición de elementos sino por la aparición de algo nuevo que no se reduce a la suma de lo simple.

Los argumentos preferidos de Behe sobre la complejidad irreductible son el flagelo bacteriano, el sistema inmunitario o la cascada de coagulación sanguínea. Su aparición no se explica por pura selección natural. Tienen que haber sido diseñados por una mente superior. Tomemos el caso del sistema de motilidad bacteriano. La estructura arquetípica es el flagelo de Escherichia coli o de Salmonella enterica que depende de la acción de unos 30 genes. Según Behe, ninguna de las piezas componentes se puede eliminar sin que se pierda la actividad. Por tanto, es imposible imaginar estadios intermedios durante la evolución de una estructura de tal complejidad porque no supondrían ventaja selectiva alguna a sus poseedores. Además, repasando la bibliografía dice que no ha encontrado artículos ni libros que expliquen con detalle las sucesivas etapas evolutivas en la formación de un flagelo.

Hawking contra el Diseño inteligente
El gran argumento de Hawking es que el universo se entiende por sí mismo. Y por tanto, no es necesario acudir a un remiendo teológico como es el Dios creador. Pero este argumento no es nuevo. El argumento del diseñador inteligente está ya en la obra de Charles Darwin, El Origen de las Especies de 1859. La imposibilidad de situar a Dios en su sistema, llevó a Charles Darwin al agnosticismo.
Hawking desde la física y otros desde la biología han pretendido ir más lejos: si la idea del diseño es falsa, Dios es un espejismo. En esto radica la peligrosidad de la idea de Darwin: socava los fundamentos más sólidos de las religiones. Solo el ateísmo es la solución.

Tal vez, el caso más paradigmático en la actualidad de radicalización del conflicto entre la biología y la religión es el del biólogo Richard Dawkins (nacido en 1941). Éste se ha convertido en un fenómeno mediático, como lo fue Carl Sagan en los años ochenta del siglo XX. Su beligerancia antirreligiosa le hace, con frecuencia, no poder ver la realidad. Pero las reacciones ante sus ideas han desencadenado toda una serie de reflexiones entre los científicos, los filósofos y los teólogos.
En estos últimos años la postura de Dawkins se ha radicalizado. La polémica surgió tras haber sido publicada ya en español (a comienzos de 2007), un año después de su aparición en inglés (The God Delusion, 2006; El Espejismo de Dios, 2008), la última versión de la crítica a la religión de Richard Dawkins. Éste argumenta que la probabilidad del ateísmo es casi absoluta desde la objetividad y la evidencia científica. Sugiere que desde un punto de vista científico la probabilidad de que Dios exista es menor del 5%. Y por ello, los que dicen creer se están engañando. Incluso, se ha dicho, que no fue Dios quien creó al hombre, sino el hombre quien ha creado a Dios. Y Nietzsche pudo gritar: "Dio ha muerto". Los argumentos de Dawkins pueden encontrarse en el citado libro El Diseño chapucero. Darwin, la biología y Dios.

Con ocasión de la noticia del libro de Hawking, The Grand Design, internet ha difundido una entrevista muy jugosa de Hawking y Dawkins…

El diseño chapucero del mundo
En estos últimos años son numerosos los trabajos en los que se ha mostrado que la presunta teoría del Diseño inteligente carece de base científica y que por ello los argumentos de Johnson, Behe, Dembski y compañeros tienen una enorme debilidad. Es más: desde la reflexión teológica, si se aceptan las ideas del Diseño inteligente, la imagen de Dios queda muy deteriorada al ser directamente culpable de los desarreglos y chapuzas que existen en la naturaleza. Se suele decir que, si existe un diseñador del orden natural, este diseñador es un chapucero. Y un ser chapucero cruel y sádico.
Otros científicos han mostrado que los argumentos del Diseño inteligente tratan de falsear la teoría evolutiva con planteamientos sesgados y pseudocientíficos. El argumento del diseño es muy débil ya que puede formularse al contrario de cómo lo hacen sus seguidores, es decir, que hay mucha imperfección en el mundo y fallos en el diseño de los organismos y de los seres humanos.

Desde el ámbito de la biología evolutiva y desde la paleontología, se han aportado pruebas de peso al debate mostrando la debilidad de los argumentos científicos así como los contra-argumentos relativos a la existencia de auténticas "chapuzas" en el orden natural. La realidad natural (la materia, el universo, la célula, los seres vivos, los seres humanos) estamos construidos por materiales frágiles que dan lugar a numerosos fallos funcionales.

La salida del laberinto
Darwin ya negaba a mediados del siglo XIX la posibilidad de un diseño intencional en el mundo natural. Dawkins, darwinista radical, va más adelante: si no hay diseño no hay diseñador. Dios no existe. Es el mismo argumento de Hawking,
¿Hay salida? Parece que, si el Diseño inteligente es frágil, la única puerta de salida es la negación del Diseñador, la negación de Dios. En el ensayo (El Diseño chapucero. Darwin, la biología y Dios) se ofrecen pistas de diálogo. Así, la moderna biofilosofía pretende encontrar nuevos lenguajes para expresar la realidad dinámica y evolutiva del universo. Para el paleontólogo Stephen Jay Gould, Darwin es en parte partidario del estado estacionario ambientalista y gradualista, pero hay textos (estudiados por Gould) en los que se manifiesta como partidario de una explicación de la evolución en la que los cambios ambientales van canalizando la direccionalidad de la evolución.
Todo el desarrollo del proyecto de investigación EVOlution-DEVelOpmet (EVO-DEVO) va en esa dirección: la de la canalización de las expresiones de los genes reguladores del desarrollo desde el embrión hasta el adulto. ¿Ha muerto el proyecto darwinista? O, como apunta Gould, ¿tenemos que reinventarlo, recuperar las intuiciones originales enmohecidas por las inclemencias históricas de los científicos, filósofos, teólogos y publicistas?
La filosofía de la biología, la biofilosofía, muestra que la vida, en efecto, no es simplemente puro mundo físico. Lo viviente tiene sus raíces en lo físico. Pero representa una sorprendente novedad emergente que exige una nueva racionalidad explicativa. El holismo biológico supone un nivel de complejidad no visto en el mundo físico. El ser vivo como sistema y proceso jerarquizado teleológicamente dibuja una compleja organización que emerge de forma novedosa y que exige a la ciencia pasar a rigurosas preguntas filosóficas. ¿Quién es el ser humano? ¿Cómo explicar en la ciencia, y en la filosofía, su ontología profunda?

En los últimos siglos dos respuestas en una contradicción profunda han disputado entre sí. Por una parte, las teorías dualistas acerca de los principios de la realidad humana que se inspiraron en el pensamiento griego platónico-aristotélico, después asumido por las escuelas escolásticas. Por otra parte, las explicaciones reduccionistas, fundadas en una ciencia quizá todavía no preparada para abordar no sólo la explicación del hombre, sino también la de los mismos seres vivos. Frente a ambos extremos hoy se perfilan las teorías emergentistas como una vía ni dualista ni reduccionista que responde plenamente a las evidencias científicas descritas en la neurociencia.

El necesario encuentro entre Darwin, Dawkins, Hawking, la biología, la física y Dios
El tema de este ensayo del profesor Leandro Sequeiros –ya lo hemos visto – se centra en la problemática de un movimiento científico-religioso-filosófico como el Diseño inteligente. Irónicamente, lo hemos llamado "chapucero" porque la realidad natural lo es. Evidentemente vivimos en un mundo natural maravilloso y complejo. Pero es también un mundo en el que existen "chapuzas" clamorosas y situaciones sociales injustas que no hay que atribuir al orden divino.
En esta primera década del siglo XXI, el debate entre la biología, Darwin y las creencias religiosas, entre los postulados de los científicos y Dios se recrudece. Si hace 30 años, el llamado creacionismo científico parecía dominar en este panorama intentando demostrar que la Creación era un dato científico, en el siglo XXI ha surgido el llamado Diseño Inteligente (ID) como supuesta alternativa al evolucionismo naturalista .
El argumento de Hawking, “El universo surgió de la nada”, puede ser una hipótesis científica razonable. Pero en modo alguno invalida la afirmación creyente de que Dios es creador. Aún así, un aluvión de críticas por parte de medios eclesiásticos y las alabanzas de otros científicos (que no han podido leer el libro sino los comentarios de prensa, ver El País de 5 de septiembre) han ornamentado la explosión editorial.
El libro de Hawking será seguro un éxito de ventas. Pero la argumentación científica a favor del ateísmo es, al igual que en Dawkins, bastante endeble. Y desde el punto de vista epistemológico, ambos dan un salto de plano que es insostenible para un científico. Así como con argumentos científicos es imposible e ilegítimo acceder a Dios, de igual modo, es imposible e ilegítimo postular el ateísmo.

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