El pelícano en el arte cristiano

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El pelícano en el arte cristiano

Como todos sabemos el pelícano es una de las aves marinas más grandes con capacidad de volar. Se alimenta de peces, crustáceos, ranas y para ello, la mayoría de las veces debe sumergirse en el agua para conseguirlo.

Pero ¿qué tiene que ver el pelícano con Jesucristo y los primeros cristianos?

Los primeros cristianos vivían en medio de una sociedad pagana y hostil. Desde la persecución de Nerón, hacia el año 64 después de Cristo, se consideraba que su religión era "una superstición extraña e ilegal". Los paganos desconfiaban de los cristianos y se mantenían a distancia, sospechaban de ellos y los acusaban de los peores delitos. Los perseguían, los encarcelaban y los condenaban al destierro o a la muerte. Como no podían profesar abiertamente su fe, los cristianos se valían de símbolos que pintaban en los muros de las catacumbas y, con mayor frecuencia, grababan en las lápidas de mármol que cerraban las tumbas.

Era una forma de decir que ahí se encontraba un cristiano. Se utilizaban símbolos como la paloma (símbolo del alma en la paz divina), el pez (en griego se escribe “Ijzýs”. Puestas en vertical, estas letras forman un acróstico: "Iesús Jristós, Zeú Yiós, Sotér" = Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador), el ancla (símbolo del alma que ha alcanzado felizmente el puerto de la eternidad) y es por eso que el pelícano aparece en el arte cristiano, en tabernáculos, columnas y altares.

La verdad es que el pelícano es un animal poco estético. Comparado con otro tipo de animales como el águila o el león, que infunden poderío, bravura o soberanía, el pelícano puede parecer hasta ridículo. Pero la comparación con Jesucristo que hicieron los primeros cristianos, no se basaba en esos primeros aspectos, si no en la belleza y la nobleza de su corazón.

Cuando sus crías nacen, los pelícanos, al igual que todos los animales, tienen que buscar comida para alimentarles. El rasgo más interesante que se encuentra fuera de lo común, es que si el pelícano adulto no encuentra comida para sus crías, en vez de abandonarlas (como hace la gran mayoría de los animales) les da de comer de su propia carne. El gran ave se abre el pecho con su pico para alimentar con su sangre y se arranca trozos de su propio cuerpo para dárselos a sus crías. Es decir, sacrifica su vida para que sus hijos puedan vivir. He ahí la gran similitud con Cristo que ofreció su cuerpo y su sangre para la salvación del hombre.

Durante la celebración de la eucaristía cuando el presbítero bebe el vino, está bebiendo la sangre de Cristo y recibiendo la vida de él. Ese es el momento en que Cristo nos alimenta con su cuerpo y sangre para salvarnos y así poder recibir la vida eterna. Al igual que las crías del pelícano no podrían vivir sin la carne que les da su propia carne, así también nuestra alma no podría vivir sin el alimento de la eucaristía (el cuerpo y la sangre de nuestro Dios).

Por este motivo el pelícano se utilizó como símbolo cristiano, símbolo de piedad y sacrificio, resaltando la más alta expresión del amor humano y divino.

Daniel Torres. (Descargar artículo)

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