Sustento teológico de la inclusión de las personas con discapacidad

 

SUSTENTO TEOLÓGICO PARA PERSONAS CON DISCAPACIDAD

       Sustento teológico de la inclusión de 
           las personas con discapacidad

 

I. INTRODUCCION.
Cuando era niño, mi abuela materna me llevaba todos los domingos a la escuela dominical, de la que ella había sido fundadora. Al salir de casa, me entregaba dos monedas, una era para la ofrenda y la otra, al decir de ella, para “el cieguito Rogelio”. Este era un fiel miembro de aquella comunidad de fe.

Domingo tras domingo le veíamos, primero en su clase de la escuela dominical, y al cantar el último himno, con su bastón de madera, blanco y rojo, solía salir del templo para situarse a la puerta del mismo, con sus manos extendidas esperando la caridad de los asistentes. Yo, como uno más de ellos, cumplía con aquel ritual. Cuando ya mi edad me permitió ir sin mi abuela al templo, y más todavía cuando ya yo tenía mis propias entradas económicas, no dejé de separar una moneda para ayudar al hermano Rogelio. Recuerdo un domingo, cuando ya yo era maestro de la escuela dominical, que no pude ver desde mi clase a dicho hermano. Me sorprendió esto, pero no fue hasta finalizada la escuela dominical que llamé al director de la misma y le pregunté que podría sucederle a Rogelio que no estaba con nosotros ese domingo. Este buen hermano, alarmado y preocupado, me dijo” ¿Cómo pudo olvidárseme? Rogelio falleció el jueves, y no me acordé de anunciarlo aquí”.

Aquella Iglesia en la que me formé era, en mi apreciación, la mejor que he conocido. Ninguna de las que he pastoreado tenía las condiciones de ella. El amor fraterno, el espíritu misionero, la responsabilidad financiera, el enfoque teológico, etc. Era en suma, la mejor iglesia que he conocido, sin embargo el hermano ciego de su congregación no encontró en ella el espíritu de inclusividad a que nos reta el Evangelio.

¿Sería que la Iglesia no tenía el amor de Jesucristo en su sentir? ¿Sería que la Iglesia hacia acepción de personas? Realmente no lo considero así, lo que sucedió, y lamentablemente aun sucede en muchos predios, es que aquella Iglesia, como tantas, no estaba capacitada para brindar a las personas con discapacidad todo el espacio, toda la atención, toda la solidaridad, toda la inclusividad que nos merecemos y que Dios demanda de todos y todas.

La RED ECUMENICA EN DEFENSA DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD, EDAN, por sus siglas en inglés, es un programa del Consejo Mundial de Iglesias que a través de su Coordinación en América Latina y en convenio con MUR, Misión Urbana y Rural, nos ha convocado aquí para juntos y juntas, analizar los factores que posibiliten una acción inclusiva hacia un sector poblacional muchas veces despreciado, otrora ignorado y la mayor parte de las oportunidades, tratado inadecuadamente.

II. UNA REALIDAD INSOSLAYABLE

En el año 2004 el Banco Mundial encontró que el 16,7% de los pobres alrededor del mundo presentaban algún grado de discapacidad. Estimaciones más vinculadas a América Latina, realizadas por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU), coinciden con el punto de vista de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en  que el 10% de la población a nivel mundial presenta discapacidad; esto significa que existen en el mundo 600 millones de personas con  discapacidad, de los cuales 400 millones viven en los países en vías de desarrollo. El 98% de las personas con discapacidad que viven en los países en vías de desarrollo, no tienen acceso a la rehabilitación, 100 millones de personas con discapacidad, viven con ella en el mundo por falta de nutrición. 

Estas cifras contrastan con una penosa realidad bien elocuente en algunos de nuestros países o en territorios específicos de estos. No es igual el número de personas con discapacidad en Haití, Nicaragua u Honduras que en Argentina, Uruguay o Chile (no menciono a Cuba por ser una realidad diferente). En los tres primeros, el nivel de pobreza, de marginación social, de desnutrición, de enfermedades previsibles y de explotación, generan muchas personas con discapacidad; los segundos, aún sin lograr los parámetros de salud y desarrollo deseables, se alzan con mejores índices de salud, educación empleo y asistencia social.

Si a las condicionantes sociales enumeradas antes, en los países más pobres del continente, unimos los desastres naturales: huracanes, inundaciones, sismos, y las  luchas armadas internas, podemos pensar que las cifras frías de las estadísticas se  duplican.
Un paso de avance en el presente, es que algunas naciones latinoamericanas han signado resoluciones, instrucciones, reglamentaciones y hasta leyes para proteger y amparar a las personas con discapacidad. Es adecuado mencionar, que en muchos casos son simplemente “letras muertas”, porque sus aplicaciones dejan mucho que desear. En el aspecto laboral, es la mendicidad el medio de sobrevivencia; en la educación el analfabetismo toma cuerpo en el mundo de las personas con discapacidad; en la salud la falta de asistencia médica y hospitalaria les lleva a la tumba…

Espero sea de conocimiento general que en marzo del año 2007 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Convención sobre los derechos de las Personas con Discapacidad. Documento este, fruto del esfuerzo, aporte y análisis de muchas personas, que en todo el mundo, cuidadosamente pensaron en colectivo y dejaron plasmado un documento que indudablemente reta a los gobiernos y a la sociedad civil en general, a la implementación de las medidas que puedan conseguir la equiparación de derechos de las personas con discapacidad y su inclusión en todo el quehacer humano.

Sin dudas, los tiempos que corren son mucho más positivos y esperanzadores, no hay duda de ello, pero no nos es posible creer que todo se ha hecho ya, porque existan los mecanismos legales para su logro. Es necesaria la activación de la conciencia social, la educación  y la acción, no solamente para la atención adecuada a personas con discapacidad, sino también los mecanismos gubernamentales o no, que prevengan el incremento de la discapacidad y su aumento por causas que puedan ser erradicadas.

III. LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD EN LA BIBLIA.

Aunque someramente, quisiéramos analizar con ustedes el trato que en las Sagradas Escrituras se ha dado a las personas con discapacidad.
Las personas con discapacidades sensoriales, físico-motoras o intelectuales han comenzado, en los últimos años, a leer la Biblia desde su propia realidad, intentando con la lectura del Texto Sagrado encontrar la orientación adecuada para la satisfacción de sus necesidades de relacionamiento con el Dios Trino.

Salta a la vista que el tema de la discapacidad, en el Primer Testamento, pasa lamentablemente en determinados momentos, por el concepto de la exclusión en una religión que no admite a estos en su medio y que en vez de colaborar a la realización humana de ciegos, sordos, personas con discapacidad intelectual y física, los aísla con “leyes” de obligatorio cumplimiento.

Hay, al menos, tres grandes barreras religiosas en el trato a las personas con discapacidad en el Primer Testamento, veamos:

   -La discapacidad como maldición de Dios: Deuteronomio 28, 15, 22, 28, 29, 45.
-La discapacidad como fruto del pecado: Miqueas 6:13.
-La discapacidad como castigo Divino. Levítico 26:15-16.

En Levítico 21:17-23 concretamente se ocupa de sentar las bases de la exclusión “religiosa” de quienes sean portadores de algún tipo de discapacidad. El no poder oficiar el culto a Dios, ni aun participar directamente del mismo, signa perfectamente el sentido de exclusión en que bajo la “bandera” del Judaísmo se condena a este universo de personas a la mayor de todas las exclusiones.
Como si no fuera suficiente, nos parece importante resaltar la actitud asumida por el rey David, quien de forma bien radical y desprovista de todo sentimiento de amor y solidaridad aplica la política de exclusión  al determinar según 2da de Samuel 5:6-10 que se hieran “a los cojos y los ciegos a los cuales aborrece el alma de David” (v.8). Con la expresión “los cojos y ciegos” engloba a todas las personas con discapacidad, física, sensorial o intelectual. Independientemente de la interpretación que pueda darse al texto, estamos en presencia de un acto de completa exclusión e intolerancia hacia este conjunto de seres humanos. Me parece importante añadir que el desprecio hacia “los cojos y ciegos” es también de parte de los jebuseos, quienes afirman “hasta los cojos y  ciegos” despectivamente a lo que, como hemos consignado, responde David con semejante insulto “hieran a los cojos y  ciegos a los que aborrece el alma de David”. Estamos en presencia de otro ejemplo de cómo eran consideradas las personas con discapacidad en la sociedad judía durante el período monárquico. ¿Qué podía esperarse de una nación en la que nada más y nada menos que el propio Rey, menoscababa del modo ya mencionado la dignidad y el derecho de algunos de sus súbditos?

Nos parece importante significar, que tales sentimientos de rechazo, marginación y exclusión, fueron aun visibles durante el ministerio público de nuestro Señor Jesucristo:
El ejemplo más real, lo hallamos en la pregunta de los discípulos al Maestro sobre el hombre ciego que encontró Jesús en el camino: “¿Quién pecó, este o sus padres para que haya nacido ciego?” (Juan 9, 2). Este es el ejemplo más convincente del arraigo del concepto de exclusión hacia las personas con discapacidad en tiempos de Jesús. En la tradición judía, podemos encontrar también durante el  accionar de Jesucristo la férrea oposición de la religión imperante y sus líderes, a la acción salvífica del Señor hacia las personas con discapacidad. Una lectura de Juan 5:14-18 nos lo demuestra, aunque aquí el tema de la oposición a la acción de Jesús, está por su desacato al día de reposo y abrogarse el poder Divino, pero no hay dudas de que violentaba también “las leyes sanitarias”. En Juan 9:13-34 nuevamente el sábado es excusa para el rechazo, aunque evidentemente subyace el concepto de la ceguera de este sujeto a consecuencia del pecado, “… tú naciste del todo en pecado…” (v. 34). Por su parte, en Marcos 2:6-12, los escribas rechazan la sanación efectuada por Jesús y desconocen la solidaridad de sus amigos con la condena de “… blasfemias dice ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios?.... “(v. 7) por citar algunos ejemplos.

Al parecer, palabras y acciones del Señor Jesucristo fueron modificando las actitudes y el entendimiento de sus seguidores. Estos comenzaron a “traer a Jesús” “…cojos, ciegos, mudos, mancos y otros…” Mateo 15:30.

No hay relato alguno en los Evangelios, en los que se nos demuestre el entendimiento total de los cercanos seguidores de Jesús en relación con las personas con discapacidad a la altura de la acción de Jesucristo. 
Es, en efecto, la acción integradora de Dios, por medio de Jesucristo, la vía que disfrutaron a plenitud, las personas con discapacidad que se encontraron con él. Marcos 2:1-12; Juan 5:1-18; Juan 9:1-12 y otros, nos demuestran que las personas que recibieron la bendición de Dios, a través de Jesucristo, no solamente restauraron su salud física, sino su moral y la posibilidad de ser admitidos en su medio, de ser incluidos en la familia, la sociedad y la religión.
Por supuesto, que tales acciones de inclusión, obtuvieron el rechazo de los centros de poder político y religioso de la época: Marcos 2:6-12; Lucas 5:20-24; Juan 9:13-34

En el Segundo Testamento, es evidente que Jesucristo instaura una nueva concepción sobre el tema de la discapacidad:

  • Para demostrar lo que Dios puede hacer, Juan 9:3, “…Sino para que las obras de Dios se  manifiesten en él”.
  • Para patentizar el tiempo de la GRACIA,  Lucas 4:16-19, “… El Espíritu del Señor está sobre mi…, para dar vista a los ciegos… a predicar el año agradable del Señor”.
  • Para hacer visible la solidaridad humana, Marcos 2:1-12  “…vinieron a él trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro”…(v.3)
  • Para anunciar  El Reino de Dios como signo de esperanza, Lucas 7:22 “…los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio.”
  • Una atención preferencial. En medio de una multitud, un ciego es atendido, Marcos 10:46-52.

IV. IMAGO DEI

Una interpretación del sentir inclusivo de Dios por el género humano y por supuesto las personas con discapacidad entre ellas, es bien evidente en Hechos 10:34, donde está escrito: “Pedro entonces comenzó a hablar y dijo: ahora entiendo que de verdad, Dios no hace diferencias entre una persona y otra”.

En el quehacer teológico cristiano, la noción de que los seres humanos hemos sido hechos a la IMAGEN de Dios, se ha entendido como que el alma y/o la mente, es lo que constituye la IMAGEN DE DIOS, sin embargo se cree que el aspecto corporal de la naturaleza humana puede muy difícilmente incorporar la realidad incorpórea del Dios trascendente.

La tendencia a la interpretación de la IMAGEN DE DIOS en el plano de los sentimientos y lo espiritual puede que a veces haya permitido la aceptación de personas inteligentes con discapacidades sensoriales o físicas. En la historia de la humanidad hay personas que siendo ciegas, se les ha llamado “ciegos videntes” porque han podido tener una percepción de la vida mucho mayor que personas con la totalidad de su sentido de la vista. 

Este sentir ha permitido dar respuestas positivas, aunque en oportunidades paternalistas, a personas con discapacidades múltiples, alegando que puede verse su alma “en sus ojos”. Esta manera de entender la naturaleza humana es elitista y también dualista. Tiene la tendencia a excluir a aquellos cuyas discapacidades sensoriales, físicas o intelectuales afectan profundamente a toda su personalidad y su existencia.

El concepto más reciente de que toda la humanidad se ha creado a IMAGEN DE DIOS SE INTERPRETA EN EL SENTIDO DE QUE TODOS Y TODAS HEMOS SIDO HECHOS Y HECHAS A LA Imagen de Dios, Y POR LO TANTO, CADA UNO DE NOSOTROS Y NOSOTRAS MERECE IGUAL RESPETO.

Cualesquiera que sean nuestras discapacidades, etnias, credos, nivel social… etc se reivindica un lugar digno en la sociedad, reconociendo la dignidad que es inherente a todo ser humano. Esta tendencia brinda el respeto a toda persona cualesquiera que sean sus características físicas, intelectuales, económicas, étnicas o sociales aunque reviva el prejuicio de que todos deberíamos ser perfectos porque somos IMAGEN DE DIOS.  La no realización de tal perfección ideal resulta un problema.

En la Biblia hay cuatro importantes rasgos que precisamos tener en cuenta:

  1. Adán es el representante de toda la humanidad, el mismo nombre Adán significa ser humano, pues la creación de Eva a partir de la costilla del primero solamente representa la diferencia de sexo en la raza humana.
  2. Aunque Adán fue hecho “a imagen y semejanza de Dios” dicha imagen se estropeó por su desobediencia conocida tradicionalmente como la CAIDA, algunos de los primeros teólogos opinaron que el ser humano conservó la imagen, pero perdió la semejanza.
  3. En el Segundo Testamento es bien claro que Adán representa la vieja naturaleza humana mientras que Cristo en la nueva creación. Es el paralelismo que Pablo nos presenta y nos da una visión terminada de la IMAGEN DE DIOS en Jesucristo. Todos nosotros y nosotras, estamos potencialmente en Adán y en Cristo. (Romanos 7 y 1ra de Corintios 15:22). Ambas son imágenes colectivas, en Cristo somos una nueva creación. Así como en Adán todos morimos, en Cristo todos volveremos a la vida.
  4.  Podemos afirmar que solamente Cristo es la verdadera Imagen de Dios, la que se presenta en Adán fue pervertida, así pues somos a IMAGEN DE DIOS porque somos nuevas criaturas en Cristo. Si Cristo es la verdadera imagen de Dios, es necesario plantearnos entonces preguntas radicales sobre la naturaleza del Dios del que es imagen.

 

Ser en Cristo, es estar en el cuerpo de Cristo, esta imagen es esencialmente múltiple porque un cuerpo se compone de muchos miembros todos los cuales aportan diferentes contribuciones al conjunto (1ra de Corintios 12 y Romanos 12). Es decir, los miembros débiles e incluso las partes del cuerpo que por vergüenza cubrimos, son indispensables y se les debe hacer un honor muy especial y reconocer su esencial contribución.
Tomemos en consideración que algunos aspectos de la imagen de Dios en Cristo, solamente podrían reflejarse en la Iglesia como CUERPO de Cristo incluyendo a plenitud y honrando a aquellos y aquellas cuyos cuerpos presentan discapacidad. Entendemos que dejando atrás la mentalidad elitista, el cuerpo de Cristo (nosotros y nosotras), tiene que ser entendido para llegar al concepto de IMAGO DEI.

La gloria de Dios no puede alcanzarse ni la iglesia se puede atribuir el ser imagen de Dios sin una participación en el cuerpo de las personas rechazadas, desechadas, marginadas, ignoradas o desconocidas. Las personas con discapacidad en tanto y cuanto somos parte del Cuerpo de Cristo, representamos esa imagen de Dios en la cual el ser humano fue concebido.

Cuando cualquiera de nosotros o un grupo de nosotros sea excluido por motivo de la discapacidad, se nos impide usar los dones que Dios nos ha dado para comentar el Cuerpo de Cristo, la invitación es a realizar juntas y juntos el gran arcoíris del proyecto de Dios en el cual todos y todas somos incluidos.

Isaías 53:4 es la mejor referencia bíblica para pensar en un Dios que asume el dolor, la enfermedad, la vulnerabilidad, la discapacidad…como propia para entender, aportar y vivir en la misma experiencia del otro o la otra. El Dios que “no hace diferenciación de personas” acoge a todos y todas en su seno cualesquiera que sean sus condiciones.

V. LA IGLESIA COMO UNA COMUNIDAD INCLUSIVA.

Los discípulos, no comprendieron en muchas oportunidades el mensaje del Señor, como es el caso del Evangelio según San Juan 9:2 ya mencionado anteriormente. Este pasaje muestra el rechazo que se cambiaría posteriormente y que además permitió que se fuera interiorizando en ellos la acción Redentora e inclusiva del Señor y sus palabras plenamente comprendidas.

El libro de Hechos de los apóstoles 3:1-12 nos demuestra que dos de esos mismos que antes consideraban la discapacidad como fruto del pecado de la persona o sus antecesores, ahora brindan al hombre con discapacidad físico motora, sentado a la puerta La Hermosa del templo de Jerusalén, la posibilidad de ser liberado de la opresión física, sicológica, social y religiosa a la que estaba sometido por su discapacidad. “Saltando” entra al lugar donde, por su condición de persona con discapacidad, no estaba permitida su presencia.

En esta historia hay un evidente signo de sanación, es decir de un proceso integral y restaurador, que permite al hombre de la historia despojarse de su discapacidad, tal vez secuela de una enfermedad, y también del aislamiento socio-religioso que le mantenía segregado “a la puerta del templo”. No soslayamos en la historia, que la sociedad civil de la época y los religiosos de turno no pudieron entender el proyecto de Dios, evidenciado en este milagroso ejemplo. En un proceso judicial, de lo que nos cuenta también el Texto Sagrado, trataron de condenar el bien, la justicia, y la inclusividad, realizada por el poder del Espíritu Santo.

Considero que este caso narrado por el autor del libro, precisamente al concluir su relato sobre las características de la Iglesia y el aprecio del pueblo para ella  (Hechos 2:43-47), es la génesis del proceso de inclusividad que el cristianismo deberá de desarrollar a través de todo su tiempo en la historia humana.

En los relatos del Segundo Testamento, y muy especialmente en los Evangelios, la inminencia del Reino de Dios, propuesto por Jesucristo representa la potencial inclusión de todos y todas en el proyecto salvífico de Dios. El texto de Mateo 22: en el cual hay una invitación del Rey al banquete, ante la ausencia de los convidados se abre la alternativa para que se incluyan en el mismo, a personas con discapacidad. No se convoca al grupo de escogidos, sino a los olvidados, descartados e ignorados. Cuando todos seamos invitados a esta fiesta, a la fiesta del Espíritu, que es la Iglesia, la lista ha de incluir a personas con discapacidad sensorial, intelectual y física. 

Para que realmente la liturgia sea obra del pueblo y para dar cabida a todos los congregados en ella, conviene recordar lo que Dios dijera hace mucho tiempo “ensancha el sitio de tu cabaña y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas con el fin de que haya sitio para todos y todas”  Isaías 54:2

No hay dudas que para lograr una Iglesia inclusiva hay que hacer drásticas modificaciones, no solamente físicas, sino también intelectuales, de comunicación, sicológicas y especialmente religiosas. Tanto el drama de la liturgia como el de la discapacidad, se refieren a la fragilidad de nuestras vidas y a nuestra dependencia de Dios. Tenemos que ser capaces de introducir tantas modificaciones como sean necesarias para que los símbolos de la liturgia tengan significado para todos y todas. Es el culto, simbólicamente, la mesa del banquete de Dios, pero no siempre hemos hecho lo necesario para que entren en el mismo, todos y todas. En ese cuerpo reunido debe haber un lugar, un espacio, una posibilidad…para todos los que participemos “en espíritu y en verdad” de la adoración, la alabanza, la oración y la proclamación.

Un verdadero culto a Dios es aquel capaz de involucrar a todas las personas, cualesquiera que sean sus condiciones. Cuidemos de que nuestras expresiones litúrgicas sean accesibles a todas las personas. Busquemos alternativas que logren hacer posible el involucramiento de aun aquellos y aquellas con las más difíciles y complicadas manifestaciones físicas sensoriales e intelectuales.

Es necesario que en las tradiciones Protestantes rompamos con el verbalismo que se ha impuesto dando paso al uso de símbolos, de gestos, de movimientos que muestren la verdad bíblica.

VI. EL PARADIGMA DE LA INCLUSION.

Si bien las Sagradas Escrituras nos revelan el proyecto inclusivo de Dios y nos marcan pautas para la acción a desplegar por los cristianos y cristianas en todo el Orbe, la revelación del proyecto de Dios para la humanidad se encuentra en el Dios Encarnado en el Hijo, modelo o paradigma de nuestro sentir y vivir.

El Señor Jesucristo, no solamente dictó pautas con su predica, sino que su norma de vida sentó las bases del ministerio cristiano en la inclusividad.  Isaías 53:4 es la más vívida enseñanza en tal sentido.

El misterio de la Encarnación es para nosotros los cristianos, más que una doctrina, un símbolo del amor de Dios por el ser humano. Es ese Dios que deja su “hábitat” de Dios para, en la persona de Jesucristo, hacerse carne, sangre, cotidianeidad. No existe, en expresión religiosa alguna, aparte del cristianismo, una voluntad divina tal que llegue a las circunstancias de “reír con los que ríen y llorar con los que lloran” (Romanos 12:15), como lo hiciera el Dios hecho carne. Es esta la máxima fundamentación del trascendente amor de Dios, que demuestra esa humanización  de comprensión y sensibilidad única en el Dios de los cristianos. Es “Aquel Verbo que fue hecho carne, y habitó entre nosotros...” (Juan 1:14 RV).
Cuánta esperanza y felicidad proporciona al creyente cristiano el saberse amado en la plenitud de un Dios capaz de “habitar entre nosotros y nosotras”. Un Dios que al “poner su morada entre nosotros y nosotras” se adjudica las dolencias, heridas, quebrantos y discapacidades que nos afligen. Es un Dios de amor que nunca deja abandonados, solos y derrotados a sus hijos e hijas, sino que asume en sí mismo la dificultad, el dolor y la discapacidad del otro.

Un pormenorizado estudio del tiempo asignado por Jesucristo a la acción en favor de las personas con discapacidad, los enfermos y los pobres, nos refleja que de su corto ministerio público de tres años de duración, cerca de las tres cuartas partes del mismo, fue dedicado a estos.

El interés marcado del Señor, en la atención, acompañamiento e inclusión de las personas con discapacidad es elocuente en su primer discurso público. Precisamente, el Evangelio según San Lucas, 4:16-19 nos cuenta de la presencia de Jesucristo un sábado en la sinagoga de su pueblo, Nazareth. Al desenrollar el texto del profeta Isaías, nos llama la atención acerca de quienes serían los beneficiarios de su plan de acción, de su expresión solidaria de su mensaje Divino. En la alusión a las personas afectadas del sentido de la vista: “dar vista a los ciegos” engloba a las personas con discapacidad para quienes, como para otros tantos vino a “proclamar el tiempo agradable de Dios” (v-19).

Es tan evidente que las personas con discapacidad estaban en la mente y el corazón del Hijo del Dios Altísimo, que los mensajeros enviados por Juan el Bautista a El, para conocer si realmente era o no el Mesías prometido, expresó: “…Hagan saber a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio” (Lucas 7: 22)
No hay duda alguna que en la Revelación suprema de Dios a la humanidad, estaba el sentir y hacer por aquellos que la sociedad judía y su religión oficial soslayaban, marginaban y excluían.

VII. INTEGRACION E INCLUSIVIDAD.

En la realidad de nuestras iglesias e instituciones, el tema de la inclusión ha sido parte del quehacer de muchos años de bregar. No ha sido un intento en vano en muchos lugares, pero realmente no ha logrado el objetivo al que nos ha convocado la Palabra y las acciones de Jesucristo, en favor de las personas con discapacidad.
El accionar de nuestro Señor, en vez de tratar de integrar a las personas en su medio a través del proceso de SANACIÓN, lo que ha conseguido ha sido una inclusión en la vida de su contemporaneidad.
Para poder entender lo que estamos explicando se hace necesario  conocer las diferencias entre ambos conceptos:

Integración e Inclusión: principales diferencias

Inclusión

Integración

Inserción total e incondicional (los niños con discapacidad no necesitan “prepararse” para ir a la escuela regular).

Inserción parcial y condicional (los niños con discapacidad se “preparan” en escuelas o clases especiales para poder frecuentar escuelas o clases regulares).

Exige rupturas en los sistemas.

Pide concesiones a los sistemas.

Cambios que benefician a todas y a cualquier persona (no se sabe quién “gana” más, todos ganan).

Cambios prioritariamente para las personas con discapacidad, (se consolida la idea de que ellas “ganan” más).

Exige transformaciones profundas.

Se contenta con transformaciones superficiales.

La sociedad se adapta para atender las necesidades de las personas con discapacidad y, con esto, se vuelve más atenta a las necesidades de todos.

Las personas con discapacidad se adaptan a la realidad de los modelos que ya existen en la sociedad, quién apenas realiza algunos ajustes.

Defiende los derechos de todas las personas, con o sin discapacidad.

Defiende los derechos de las personas con discapacidad.

Introduce a los sistemas a los grupos de “excluidos” y, paralelamente, transforma dichos sistemas para que se conviertan en sistemas de calidad para todos.

Introduce a los sistema a los grupos de “excluidos que prueben ser aptos”, (bajo este aspecto, las cuotas pueden ser cuestionadas como promotoras de la inclusión).

Valoriza la individualidad de las personas con discapacidad, (las personas con discapacidad pueden o no ser buenos funcionarios, pueden o no ser cariñosos, etc.).

Como reflejo de un pensamiento integrador citamos la tendencia a tratar a las personas con discapacidad como un bloque homogéneo, (ejemplo: los sordos se concentran mejor, los ciegos son buenos masajistas, etc.).

No quiere disfrazar las limitaciones, porque éstas son reales.

Tiende a disfrazar las limitaciones, para aumentar las oportunidades de inserción.

No se caracteriza apenas por la convivencia de personas con o sin discapacidad en un mismo ambiente.

La simple presencia de personas con o sin discapacidad en el mismo ambiente tiende a ser suficiente para el uso del adjetivo integrador.

A partir de la certeza de que todos somos diferentes, no existen “los especiales”, “los excepcionales”, lo que existe son personas con discapacidad.

Incentiva a las personas con discapacidad a seguir modelos, no valorizando, por ejemplo, otras formas de comunicación como la Lengua de Señas. Seríamos entonces un bloque mayoritario y homogéneo de personas sin discapacidad, rodeada por las que presentan diferencias.

El adjetivo inclusivo es usado cuando se busca calidad para todas las personas con o sin discapacidad (escuela inclusiva, trabajo inclusivo, recreación inclusiva, etc.).

El objetivo integrador es usado cuando se busca calidad en las estructuras que atienden apenas a las personas con discapacidad consideradas aptas (escuela integradora, empresa integradora, etc.).

Este cuadro fue creado por Escola de Gente – Comunicación en Inclusión, que lo publicó en elManual de un Adecuado Medio de Comunicación para detallar las diferencias entre los conceptos de integración inclusión. Este cuadro también se encuentra en el libro ¿Tú eres una persona? de Claudia Werneck (WVA Editora).

VIII. SIGNOS DE MUERTE.

Hace muy pocos días, pude apreciar por la televisión de mi país un tremendo documental de factura ecuatoriana en el que nos daban a conocer la acción que desarrolla la operación “Manuel Espejo”, un esfuerzo oficial por encontrar en cualquier lugar del país por recóndito que sea, a las personas con discapacidad, empadronarlas, y con todos los medios posibles sacarlas del olvido, la ignorancia, el rechazo y la exclusión. Confieso que, y no solamente yo, sino quienes lo oímos y vimos, sentimos que aun cuando no en todos los lugares, ni en todas las dimensiones necesarias, existen en nuestra América, signos evidentes de que hay esperanza para las personas con discapacidad.

Creo que las entidades religiosas de nuestra América Latina han ido quedándose rezagadas en la comprensión análisis y acción del tema de la discapacidad. En el presente, la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, aprobada en marzo del 2007 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, y de la cual es signataria la mayoría de nuestros países, o mejor la casi totalidad de estos, va marcando pautas, más lentamente de lo que desearíamos, en las sociedades latinoamericanas, pero no es así en el mundo de las iglesias. Pervive en estas los sentimientos de lástima, paternalismo y exclusión. Realmente es inconcebible este tipo de sentimientos totalmente contradictorios, como hemos visto, con el propósito de Dios hacia el género humano.

IX. UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE.

Cuando en Porto Alegre, Brasil, se reunieron en El Foro Social Mundial, hombres y mujeres de todo el mundo y de todas las tendencias políticas y visiones religiosas, una frase quedó acuñada, “Un Mundo Mejor es Posible”. De este Foro Social surgió un sentido de esperanza en medio de la desesperanza de un mundo afectado, ya desde entonces, por crisis globales que ahora son bien visibles, y al parecer imparables. Para nosotros y nosotras, quienes estamos inmersos en el trabajo y la acción por el bienestar humanos y muy concretamente entre personas con discapacidad, también es una señal luminosa la consigna de un mundo mejor que aunque es complicado, difícil y angustioso el tema de la participación total y consciente de las personas con discapacidad en todo quehacer humano, que hay “signos de muerte” que todavía sustentan la exclusión, la marginación y el rechazo, no hay dudas; pero que personas como quienes nos hemos reunido hoy aquí intentamos, y más que intentar trabajamos, por ese mundo mejor para todos y todas quedamos signados por el Señor de la historia que va en nuestro mismo caminar: el caminar de la justicia y el amor, signos visibles de su Reino que “más temprano que tarde”· marcará el bienestar humano y la realización plena del hombre y la mujer, con discapacidad aparente, con algún tipo de discapacidad.

¡A Dios la Gloria!

 

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